¿La metodología cuantitativa es heteropatriarcal? ¿Las técnicas cualitativas se adaptan mejor a un enfoque feminista de entendimiento de la realidad social? ¿Lo “cuali” en relación a lo “cuanti” nos hace caer en ese pensamiento dual que tanto daño ha hecho?
Con estas preguntas y algunas ideas más inició Marta Luxán, profesora de la UPV/EHU y miembra de la Comisión Académica del Máster de Estudios Feministas y de Género, la sesión de reflexión práctica y teórica sobre la inclusión de enfoques feministas en las técnicas cuantitativas de investigación.
No es contradictorio hablar de metodogía cuantitativa e investigación feminista. Las metodologías las podemos usar como queramos, cada una tiene sus límites, pero usar una u otra no implica que hablemos desde una posición u otra. La técnica en sí no tiene un enfoque, es el uso que hagamos de ésta la que incorporará o no una mirada feminista. Por lo tanto, necesitamos ambas metodologías, tanto datos cualitativos como cuantitativos, para entender la realidad.
Eso sí, podemos intentar que los datos cuantitativos incorporen una perspectiva feminista o al menos de género. La mayoría de los datos cuantitativos los generan los institutos de estadística, que tienen una relación estrecha con las administraciones, y son estos datos los que se usan para realizar políticas públicas. Por ello, es indispensable que se incorpore esta mirada feminista a la metodología cuantitativa, para no reducir el género al sexo.
Los datos no se recogen como flores, sino que la manera en la que diseñamos una entrevista o un cuestionario influye en su recogida: el lugar donde decidimos hacer la entrevista, por qué la estamos haciendo, qué categorías y definiciones usamos, con qué otras variables cruzamos el género,… Todo esto tiene una gran influencia en la recogida de los datos.
Asimismo, otra cuestión de gran relevancia es el tema de los indicadores. Es muy importante construir indicadores de género, ya que contribuye a presentar datos de una manera clara y sencilla que exprese la generación de las desigualdades. Por ejemplo, si solo preguntamos el número de hijos o hijas a las mujeres casadas y obviamos hacer esta pregunta a las mujeres solteras o a los hombres, como pasaba en el Estado Español hasta 1991, no estaremos recogiendo la realidad y los datos se situarán por detrás de lo que está sucediendo en la sociedad.
Otro ejemplo que distorsiona la realidad es no reconocer las tareas de cuidados o del hogar como trabajo en las encuestas de población activa, o distinguir solamente entre hombre y mujer, sin reconocer otras identidades.
En definitiva, Marta nos invitó a reflexionar sobre tres ideas clave. En primer lugar entender que cuando usamos metodologías de investigación, más que recoger datos los producimos, por lo tanto la elección y el desarrollo de la técnica influye en esta producción. Por otro lado, ser conscientes de que introducir una perspectiva feminista va más allá de recoger información desagregada por sexo. Y por último, es muy importante situar las operaciones estadísticas en el contexto en el que se han generado.