Crónica elaborada por Lucía Eggers, estudiante del XXIII Seminario de Cooperación, Desarrollo y Tecnologías para la Transición Ecosocial
No es nada nuevo tropezarnos en nuestro día a día con un entorno manipulado por el ser humano. De hecho, es lo normal, tan normal que ni nos lo cuestionamos. Estamos ya tan hechos a lo no natural, que cuando vemos un escenario que no ha sido alterado por el ser humano hasta nos impacta.
Durante la excursión que hemos hecho por el parque de Artxanda no ha sido distinto. Es sumamente devastador ver y ser conscientes de lo que ha hecho el ser humano con la naturaleza. Por poner un ejemplo, el tema de la deforestación que se llevó a cabo hace décadas me llamó mucho la atención. El fin de la deforestación fue disponer territorio para desarrollar la industria, para obtener madera para construir buques de guerra, para la minería, etc. Con esta acción se acabo con la mayor parte de la variedad de especies autóctonas de la zona (robles, encinas, etc.), y que luego han sido sustituidos pero con especies procedentes de otras zonas del planeta, que se han convertido en vectores para especies invasoras, como el plumero de la pampa.
Una vez más, no se tuvo conciencia ambiental en absoluto. Creo además que el principal problema es que no entendemos que cada elemento en la naturaleza tiene su función en ella, y si nos deshacemos de una parte de ella, esto tiene repercusiones que pueden llegar a ser muy graves. No obstante, es evidente que necesitamos intervenir en el ciclo natural de la tierra y utilizar recursos naturales para sobrevivir, pero es necesario respetar el equilibrio que requiere nuestro planeta.
No cabe duda entonces que el ser humano es un depredador nato. Nos hemos convertido en el principal destructor de la fuente natural de nuestra propia vida. Además, es evidente que la Tierra nos está avisando de que se ha roto ese equilibrio, y que, si no es posible recuperarlo, al menos tenemos que intentar que no vaya a peor.
Personalmente, me quedo siempre con un mal sabor de boca con toda esta información porque surge esa impotencia de querer cambiar todo y no puedes hacerlo del día a la mañana. Además, sabiendo que los principales culpables son las personas con mayor poder en el mundo tampoco da muchas esperanzas. Aún así, poniendo cada uno su granito de arena se forma una montaña, y, al menos podemos contribuir aunque sea a una escala pequeña.