Este último cine-foro e intercambio de experiencias pudimos disfrutar de la conversación entre Vidalina Morales y Arrate Vivar después de haber visualizado una pequeña charla. En ese pequeño vídeo la ponente nos puso frente a un escenario apocalíptico (falta de agua, comida, sin posibilidad de cultivar, guerras por bienes naturales, migraciones por catástrofes…) escenario donde nos veremos obligadas a luchar por sobrevivir. Esta situación da miedo al darnos cuenta de las pocas herramientas que tenemos para crear realidades soberanas y emancipadas, es por esto que escuchamos con entusiasmo la experiencia de las ponentes sobre la defensa y reivindicación de derechos en esta coyuntura acechante.
Gracias este formato mixto podemos crear puentes con la comunidad de Santa Marta contrastando visiones desde dos partes del mundo no tan lejanas. Empezamos analizando las luchas actuales y las redes de las que disponen los diferentes territorios para la defensa de los derechos humanos y del territorio. Desde El Salvador se subrayó la articulación a nivel nacional a través de la cual la lucha por el DDHH al agua, al territorio y a la educación fue ampliada para hacer frente a la minería metálica. Con esta última articulación nacional se consiguió que el territorio fuera libre de minería. Además, se han articulacio a nivel internacional, a nivel mesoamerica y latinoamérica. Por otro lado, Arrate destacó la articulación de armiarma con el movimiento ecologísta, pero sobre todo los pueblos y los barrios como agentes de cambio. En el antimilitarismo puro se recordó la lucha contra la obligatoriedad de la mili y diferentes estrategias con las que se obtuvo una gran victoria, el rechazo social a la mili.
Después nos centramos en una frase contundente del vídeo visualizado “¿Por qué tenemos que obedecer las reglas del sistema que nos está exterminando?”. En este punto se hizo evidente la diferencia en el contexto de cada territorio, mientras que en El Salvador la lucha es por la supervivencia en Euskal Herria la lucha está en despertar a la población. En El Salvador la lucha por la vida, y por los bienes materiales que la sostienen, se entrelaza con la alegría de saber que otro mundo es posible. Esta unión entre la lucha y la alegría no se vislumbra en las acciones directas no violentas, método para rozar las normas y que la reivindicación pueda salir a la luz, debería ser un ingrediente a sumar en la desobediencia civil.
En ambos territorios el choque con las normas lleva directamente al enfrentamiento con las instituciones. Aunque siempre se busca la desmovilización de las luchas, lo que es diferente en los territorios es la reacción de esas instituciones contra aquellas personas que enfrentan las normas para la defensa de los derechos humanos o de la naturaleza. En El Salvador la criminalización es mucho más violenta que en Euskal Herria, mientras que en Euskal Herria se ahoga a los movimientos sociales con multas y procesos judiciales, en El Salvador además de eso se han dado asesinatos de defensoras.
Para terminar, desde ambos territorios se enfatizó la necesidad de crear alianzas con quienes tienen objetivos comunes, ensalzando que es el pueblo quien salva al pueblo. Ante la crisis ecosocial que enfrentamos, se identificó como reto la importancia de romper las propias barreras que tenemos como sociedad, romper con el tecno optimismo que lleva asociados grandes impactos, romper con el sistema que se sostiene de la explotación de los pueblos, territorios, bienes naturales y los cuerpos de las mujeres. Y se puso en valor la desobediencia, ya que es el fuerte quien pone las normas y el pobre quien debe obedecer.