Crónica de la sesión “Reflexiones para una nueva cultura energética”
En la primera sesión de encuadre y contextualización del encuentro que tuvimos sobre comunidades energéticas, hay una idea que sobrevuela cada explicación que nos aporta Álvaro Campos. ¿Para qué impulsamos experiencias como las que nos convocan a este encuentro en Basoa? Si no entendemos el actual modelo energético y sus implicaciones sociales y ambientales, quizá nuestras propuestas no sirvan más que para apuntalar un sistema del que, en principio, decíamos querer salir.
El modelo energético actual es el régimen fósil, basado en estos combustibles. En inglés se habla de “power” y es que efectivamente hay un poder detrás de todo esto. Energéticamente existe una red muy densa de pocas empresas y requiere de grandes potencias controlando que el funcionamiento se ajuste a los intereses de unos pocos. Este sistema se mueve en escalas grandes, en las que las decisiones se hacen en función de prácticamente una única variable: el coste. La energía es una mercancía e interesa especialmente que las personas consumidoras sean elementos individuales y pasivos.
¿Es ese el rol que nos espera como integrantes o impulsores de Comunidades Energéticas? La posibilidad de construir comunidades energéticas ha abierto una brecha para que grandes corporaciones se metan a iniciativas de este tipo desde una óptica totalmente contradictoria a la filosofía que se querría potenciar desde este tipo de espacios. La apuesta por externalizar los grandes consumos hacia lugares de generación externalizados al medio rural no está ayudando a impulsar una verdadera transición energética, democrática y justa. Debemos enfrentarnos a los límites, porque están, existen aunque hagamos piruetas para esquivarlos. Sólo desde esa nueva concepción nos situaremos en los lugares adecuados para reconfigurar el modelo.