A. G. B. nos comparte esta crónica sobre la pasada sesión de la Escuela de Activistas: “Personal investigador al borde de un ataque de nervios. El impacto de la academia neoliberal sobre las vidas de quienes investigan”.

Dicen que el primer paso para solucionar un problema es reconocer que se tiene, el siguiente paso es buscar ayuda y empezar a trabajar en una solución. Con esta premisa acudimos (al menos fue mi caso) a la sesión “El impacto de la academia neoliberal sobre las vidas de quienes investigan”. Porque, con permiso de Pedro Almodóvar, los investigadores estamos al borde de un ataque de nervios. Y sobre esto debatimos, guiados por la profesora Nastassja Cipriani, un grupo de personas que aparentemente no teníamos nada en común, salvo el formar parte del mundo de la academia.

Nastassja nos pasó un pequeño texto en el que dos colegas académicas conversaban y se desahogaban y nos invitó a comentarlo. Cuál fue mi sorpresa cuando después de leerlo me sentí absolutamente identificada con todos y cada uno de los sentimientos que expresaban: estrés, agotamiento, sensación de no llegar a nada, miedo a decepcionar a otros, síndrome del impostor…el dichoso SÍNDROME DEL IMPOSTOR. Todos los que estábamos allí presentes, investigadores predoctorales, postdoctorales, profesores…habíamos experimentado en un pasado no muy lejano uno o varios de esos sentimientos. Y la verdad que fue bastante liberador exponer este malestar más allá de mi grupito del laboratorio. Porque la percepción generalizada de la Universidad como un lugar perfecto e idealizado donde se origina el conocimiento es solo eso, una ilusión. La realidad es que la ciencia se sujeta gracias a investigadores (personas) con contratos precarios, jornadas laborales interminables y que además deben desempeñar tareas que no tienen por qué estar relacionadas. Porque si quieres hacer carrera en la academia has de ser investigadora, profesora, oradora, gestora y también un poco Willy Fog (por lo de recorrer el mundo haciendo estancias en diferentes laboratorios de investigación). Y para lograr todo esto no basta con ser la mejor, tienes que estar libre de otro tipo de cargas para poder dedicarte en cuerpo y alma a la ciencia.

Al acabar la sesión todavía quedaban muchas preguntas en el aire y ninguno supimos aportar una solución, pero al menos estábamos de acuerdo en que existe un problema y la necesidad de hacerlo público.