Estaba viendo las imágenes de la acción contra la colaboración de la UPV/EHU con la industria armamentísticas y recordando el resto las acciones que se han venido haciendo entorno a “La guerra empieza aquí” en Euskadi. Instintivamente me salta la pregunto si alguna de esas armas o piezas tecnológicas que se ingenian en Euskadi viajarán a México para después ser vendidas a El Salvador, que las pagaría con un préstamo del Banco Centroamericano de Integración Económica.
Digo pagaría porque la Asamblea Legislativa no ha aceptado el préstamo de 109 millones de dólares que el Presidente del Gobierno, Nayib Bukele, quiere para comprar entre otros un buque, algún que otro helicóptero y varias decenas de drones. Dice que con eso va a combatir la violencia que campa a sus anchas por el país. Nada que ver con las desigualdades históricas o estructurales. Según él no. Por eso reduce en educación, salud y todos los programas sociales. Pero aumenta el presupuesto en políticas de mano dura y publicidad para el gobierno. Sí, publicidad.
El Presidente que no acepta un no. El Presidente que dijo traer Nuevas Ideas continua amenazando, militarizando y reprimiendo. El Presidente que no da ruedas de prensa y que hace las cosas por Twitter se ha mosqueado. Y es que en realidad quizás su objetivo no es conseguir ese dinero (1).
En diciembre de 2019 La Comisión de Hacienda de la Asamblea Legislativa acordó una amnistía fiscal que favorecerá a empresas y personas naturales deudoras al Ministerio de Hacienda. Recaudarán más de 100 millones, pero se estima que están perdonando a quienes más tienen y quienes más deben, alrededor de 600 millones. Nayib Bukele firmó ese acuerdo. Podría parecer entonces que sobra el dinero.
Si por dinero no es, quizás pueda ser por ansías de poder. Quizás por querer cambiar la Constitución para perpetuarse (2). Demostrarle al mundo que él puede hacer lo que quiera. Es impune. Esconde escándalo tras escándalo,incapacidad de su gabinete, corrupción, falta de transparencia… con escándalos más grandes. Hasta el punto que se ha atrevido a irrumpir en la Asamblea Legislativa con militares y sentarse en el lugar asignado al del Presidente de la Asamblea. Algunos rumores dicen que sí, que estaba decidido a tomarlo todo. Pero que fue tanto el alboroto internacional y de aliados suyos que a última hora tuvo que calmarse. No porque Dios le hablase y le pidiese paciencia, si no porque ni siquiera los golpistas internacionales más conocidos de Latinoamérica le apoyaron. Le dijeron que era demasiado lo que estaba haciendo. Así que él, que hace menos de un año dijo no profesar ninguna religión, ahora habla con Dios. Y lo más extraño, Dios le habla a él.
La Asamblea sigue pidiendo la separación de poderes y que el Presidente del gobierno entienda que no puede forzar ninguna decisión en el Salón Azul. Menos, entrar tomando a broma la democracia que costó años de dictaduras y una guerra civil de 12 años (1980-1992) en la que los militares fueron responsables de las masacres más grandes de Latinoamérica. ¡Qué poca memoria!.
El tercer poder aunque ha tardado un poco, ya se pronunció. La Corte Suprema ha declarado inconstitucional el accionar de Bukele. Incluso le prohíbe continuar usando la fuerza. Pero esto ya no tiene marcha atrás. Bukele que a siete meses de tomar el poder aún no tiene un plan de gobierno, ha mostrado quién es y no se va a conformar con que las instancias internacionales, la Corte Suprema, la población civil o ese presunto Dios con el que ahora habla le diga que “paciencia” o que “¡así no!”.
Se vienen tiempos revueltos en un país donde la violencia ha marcado su historia, su memoria colectiva y sus luchas. En el pasado y en el presente. Luchas por la consecución de derechos, luchas por la no militarización. Eslogan que ya marca el próximo 8 de marzo “feministas contra el militarismo y en defensa de un estado laico”.
(1) Siete claves para entender la crisis de poderes en El Salvador