En la sesión que tuvimos el pasado 18 de marzo con las investigadoras de la Facultad de Informática de la UPV/EHU Olatz Arbelaitz y Elena Lazkano quedó claro que las funciones, aspecto y características que se les da a las máquinas reproducen la diferenciación racial, de género o de clase social de la propia sociedad que las programa.
Unos de los indicios más notorios son las brechas existentes en los equipos de trabajo del ámbito de la inteligencia artificial y la informática, siendo sectores del ámbito de la ciencia y tecnología con menor participación de las mujeres. Un ejemplo de ello, el desigual número de matrículas de hombres y mujeres en los grados y postgrados de la UPV/EHU en estos ámbitos.
Por ello, destacaron la importancia de estudiar y cambiar tendencias en las propias bases de datos que alimentan la inteligencia artificial y las metodologías empleadas en su entrenamiento que descartan lo diferente, lo que está fuera de la norma. Pasos básicos si lo que queremos es trabajar desde la diversidad. Aunque es una labor difícil, es necesaria para algún tipo de transformación en una sociedad que tiene estos artificios como revolucionarios.
En los diversos prototipos de robot que se presentaron en la sesión, en especial en aquellos que se definen como robots sociales, observamos con una dinámica las respuestas que genera el simple aspecto de los mismos. Con una simple visualización de vídeos e imágenes de estos que se pueden encontrar en la red se ve fácilmente la necesidad de este análisis.
Ya tenemos trabajo para corregir las derivas en ámbitos nada neutrales de la ciencia y tecnología, desde la identificación hasta el uso. Eso si que sería una inteligencia excelente.