Crónica de Pepe Ruiz, compañero de Ingeniería Sin Fronteras Euskadi.
“Para medir la sostenibilidad de un proceso es necesario fijarnos en tres patas: el ámbito económico, el social y el ambiental”. ¿Cuántas veces hemos escuchado estas afirmaciones? Esta mirada a la sostenibilidad como si tuviéramos en frente tres elementos intercambiables no hace más que alejarnos de nuestra propia realidad de ecodependencia. Por mucho que el pensamiento hegemónico de nuestras sociedades trate de situar a la economía como un sistema al margen de los cuerpos y los ecosistemas que lo sostienen, no podemos evitar la evidencia de que “somos naturaleza”.
Estas diferentes maneras de acercarnos al concepto de “sostenibilidad” nos habla también de diferentes formas de tomar distancia y/o responsabilidad frente a la crisis ecosocial que estamos enfrentado. Abrir el melón de qué cambios estamos dispuestas a enfrentar implica cuestionar de forma profunda los preconceptos sobre el lugar que pensábamos que ocupamos en el mundo, así como revisar cómo nos relacionamos con “la otredad”, permitiendo ensanchar los límites de nuestra empatía con otras personas, otras geografías, incluso otras generaciones.
La necesidad de realizar una transición no se fundamenta exclusivamente en el pico del petróleo. Estamos en un pico global, viviendo en directo la sexta extinción masiva de especies, con varias señales que nos hablan de que ya se han podido activar mecanismos de no retorno. La transición no es una opción: es una fase inevitable. Así que mejor ir abriendo espacios donde poder dialogar colectivamente, definir nuestras prioridades para el sostenimiento de las vidas y generar estructuras comunitarias que nos permitan hacer frente a lo que se nos viene. En la Escuela de Activistas: “Soberanía Energética y conciencia ecológica” le dimos unas cuantas vueltas al tema.
A lo largo de esta sesión pudimos sintonizar con nuestras preocupaciones colectivas. Salud, agroecología, cuidados, cultura comunitaria, educación… La necesidad de reducir la velocidad y adecuarnos a los ciclos de la naturaleza. El fin de la globalización tal cual la conocemos. Las alarmas de que viejas opresiones (de clase, género, racialización…) se activen ante la emergencia climática. La urgencia de frenar y reparar el colonialismo energético que están sufriendo los Sures y las zonas rurales. La posibilidad del encuentro y ver que hay mucha tela que cortar y muchas manos dispuestas a ello.