Crónica de Pepe Ruiz, compañero de Ingeniería Sin Fronteras Euskadi.
Comenzamos con el visionado de un testimonio de Marlene Wayar, activista y escritora argentina que nos advierte sobre cómo el sistema nos hace cómplices de las violencias en la cotidianidad que habitamos, e invita a la búsqueda de alternativas desde una mirada comunitaria y a politizar nuestras infancia. Tras la proyección y guiadas por una batería de preguntas comunes Gloria Rivas de El Salvador y Jalila desde Euskal Herria nos expusieron sus experiencias en torno a la vivencia de sus infancias, la vulneración de derechos en etapas posteriores o cómo lo comunitario les ayudó a enfrentar los ejes de opresión que se fueron encontrando.
El pasado mes de abril tuvimos una nueva sesión de Cine-Foro en la que continuamos con el diálogo entre experiencias de Euskal Herria y El Salvador. En este caso, bajo el título: “Articulando disidencias y resistencias desde lo LGTBIQ+”, situamos cómo sistemas estructurales como el patriarcado y la heteronormatividad marcan desde la infancia los distintos tipos de violencia que una es susceptible de vivir en función de la expresión de sus cuerpas, identidades u orientaciones.
Jalila se ha nombrado como mujer trans desde los 14 años, pero en su país, Marruecos, la discriminación por orientación e identidad sexual sigue muy presente en la sociedad y el Estado, lo que la llevó a solicitar asilo en España. Actualmente, reside en Euskal Herria y ha podido comprobar cómo su derecho a la vivienda, a un empleo digno o a una vida libre de violencia han sido vulnerados sistemáticamente por un sistema patriarcal, LGTBIfóbico y racista. Su identidad trans y su situación burocrática le dificulta conseguir un empleo digno, lo que, a su vez, le impide tener unos ingresos con los que poder costearse una habitación, si es que previamente encuentra personas con las que poder convivir de forma segura. Se produce una espiral de condicionantes, todos ellos vinculados, que atentan sobre condicionantes básicos para la vida.
Por su parte, Gloria de los Ángeles Rivera es una activista salvadoreña por los derechos de las personas LGTBIQ+, que a través de su participación en Brisas del Campo reivindica la situación de las personas del colectivo tanto a nivel nacional como desde su ser desde el ser jóven, mujer y rural. En un entorno tan pequeño como en el que vive, le resultó difícil ocultar su primera pareja mujer, y ya con 17 años se abrió a su familia. La discriminación y acoso que vive cotidianamente no pueden ser denunciadas, mientras su testimonio no sea escuchado bajo un halo de sospecha, siempre interpretando que algo habrá hecho o que su propia vida es la que provoca las situaciones que vive.
A pesar de las diferentes vivencias, de los distintos territorios en los que suceden sus vidas o las particularidades sociales de sus territorios, tanto Jalila como Gloria coinciden en cómo su condición de clase afecta a la posibilidad de defender sus derechos. “Si tienes dinero, puedes arreglarlo cuando te detienen”, comenta Gloria.
Para terminar, afortunadamente, hay cierto espacio para la esperanza. Mientras viven un fuerte escarnio en lo institucional, es en lo comunitario donde han podido encontrar sus espacios de lucha y de seguridad. Al hablar lo que ha supuesto Azet para Dalila o Brisas del Campo para Gloria se nombra lo colectivo como un espacio de transformación, donde han encontrado el acompañamiento que ni las instituciones ni sus entornos cercanos han sabido ofrecer.