Crónica elaborada por Miren Osoro en base a la sesión de Cineforo “Extractivismo y Defensa del Territorio”.
Defender el territorio día a día frente al despojo es la realidad cotidiana de muchos pueblos y comunidades, tanto en el Norte como en el Sur Global. Lo es en El Salvador, donde los intereses mineros siguen acechando a pesar de contar con una ley que la prohíbe explícitamente. O donde las Zonas Económicas Especiales promueven la desregulación y el lucro extranjero frente a las necesidades y los derechos más básicos de la población local. Y lo es también en nuestro territorio, donde el negocio con la vivienda, la hiperconstrucción y el turismo descontrolado no están dejando hueco para otras formas de vida más ligadas a la tierra, a la agricultura y otros usos tradicionales
Esto último lo hemos visto hace poco en la experiencia de Otxantegi. En un contexto en el que ya apenas queda espacio para construir en Getxo, le toca el turno a las localidades limítrofes como Berango. Y fue ahí donde, como parte de una estrategia de defensa del territorio más integral, se ocuparon 8 hectáreas en un lugar donde estaba previsto que se construyan 800 viviendas. Tras el último desalojo, el suelo en el que estaba Otxantegi es otro terreno fértil que se pierde en favor del ladrillo y la especulación.
Con todos estos temas sobrevolando, en el pasado cineforo pudimos participar del diálogo entre comunidades rurales de El Salvador y compañeras que han sido desalojadas de Otxantegi. A pesar de las diferencias de contexto y de las estrategias de defensa tan distintas, había un sentimiento de lucha que prevalecía: más allá de luchar para ganar, había que luchar como imperativo ético. Es necesario activar respuestas, que perciban nuestra fuerza, porque sólo así se puede hacer valer un territorio que es de todas y que, frente al lucro y la desposesión, apostamos por impulsar allí nuestro proyecto de vida común.